-En
mayo debutó como director en un torneo del Challenge, en Izki (Álava). ¿Cómo
fue la experiencia?
-Fue muy agradable. Tuve la suerte de
tener un equipo muy cercano, con el que me llevo muy bien, al fin y al cabo, es
como una familia, cuando llevas días y semanas fuera de casa. Me tocó trabajar
con una compañera que vive aquí en Mallorca, Valeria Luna, y que es como una
hermana mayor para mí. También con otro compañero que fue mi tutor en mi primer
torneo en el Open de España de 2014. Tomé nota de lo que él hacía, y en el
siguiente torneo él me supervisó a mí. Se llama Paul Carrigill, es un exjugador del Tour, quedó
segundo en El Saler en el Open de España que ganó Langer. Es decir, un buen
jugador.
-Tu
reclutamiento fue un poco fruto de la casualidad, tenemos entendido. Cuéntenos.
-Siempre bromeo con esto. Ernesto
Fernández de Gamboa me vio pegando unas bolas 15 minutos antes de salir a la
Copa del Rey, y me dijo que quizás lo del golf profesional no era para mí.
Después de hablar con José Mar’ia Zamora, director de torneos del Circuito
Europeo, me dijo que si tenía idiomas y me gustaba el golf, tendría una
posibilidad de entrar en ese circuito. Eso fue un miércoles, me dijo que le
pasara los datos y el viernes ya le había mandado todo, el currículum en inglés
con toda la documentación.
La anécdota de la situación fue relativa
a la foto. La única que tenía disponible era una foto que no pondrías nunca en
un currículum y menos para una empresa de origen inglés y de tradición, como
era el caso. Con el tiempo, John Paramor, que es uno de los árbitros más
reconocidos del mundo, me contó que, leyendo mi currículum, les pareció muy
interesante, pero que les chocó bastante la imagen que les había mandado.
Cuando me vieron con el pelo corto y afeitado, les gusté mucho más, y se
dijeron: “Éste es, éste es el chico”.
-Entonces
acudes a Wentworth, sede del PGA European Tour para empezar la formación.
-En ese momento yo estaba viviendo en
Berlín, y las fechas en la que coincidía la agenda de mi jefe de departamento y
Director de Operaciones, David Garland, y la de John Paramor, el jefe del
Departamento de Reglas, eran del 1 al 4 de abril de 2014, en Londres. Al
recibir el currículum, me dicen que me tendrán en cuenta para el puesto.
Entonces, concertamos una entrevista telefónica, de una hora de duración, junto
a Recursos Humanos y el director de Operaciones, que es escocés. La anécdota en
ese caso fue que por su acento cerrado costaba entenderle.
Recuerdo que el 1 de abril era el día de
vuelta de prácticas de un campeonato de Madrid, que se jugaba en el Centro
Nacional. Entonces, la vuelta no la hice, me fui de Madrid a Londres, a Wentworth,
esperando la entrevista con Garland. Pero cinco minutos antes entra otro señor
muy grande, al que había visto mil veces en la tele (era John Paramor), y me
quedo de piedra. Una señora me dice que también voy a tener que hacer un examen
de reglas con el propio Paramor. Para alguien que es un apasionado del golf,
impone por quién es, una eminencia. A mis amigos que no saben de golf les
explico que es como si súbitamente te dicen que Pier Luigi Collina te va a
hacer un examen de reglas de fútbol.
Por suerte, fue todo muy bien. Les
expliqué el background que tenía relacionado
al golf, dónde empecé a jugar, mi carrera, los idiomas... El caso es que me
pasaron a un departamento de Informática y a una charla de unas dos horas en el
departamento de Recursos Humanos, donde me hicieron las típicas preguntas, al
estilo de ¿Cuál es tu mayor miedo?, etc.”
-¿Cómo
recuerda su primer día a pie de campo trabajando?
-Fue muy gracioso también. Coincidía que
tengo un compañero del departamento de Agronomía que vive aquí, Graeme MacNiven,
y volábamos en el mismo avión, pero no nos conocíamos. Nos conocimos recogiendo
las maletas en Barcelona, a dónde íbamos porque mi primer torneo fue el Open de
España en el PGA de Cataluña, que, por cierto, ganó Jiménez. Allí, más tarde, nos
encontramos con Paul Carrigill para cenar. Tuvimos una cena informal de
presentación que se alargó hasta altas horas, y a la mañana siguiente la lista
de cosas por hacer era enorme. Por la mañana pospusieron la hora de reunión un
par de veces, algo que me sorprendió bastante viniendo de ingleses… Al final,
me di cuenta del motivo: estaban pasando una mañana difícil. Me impactaron
muchas cosas, porque pese al conocimiento de reglas y de marcaje de campo que
yo tenía, ahí no se deja nada al azar, se marca, se define y se repasa absolutamente
todo. Había zonas del campo complicadas, de difícil acceso, pero había que
marcarlo y definirlo todo, metiéndome incluso entre las ramas de los árboles
por zonas donde no esperas nunca que un profesional pegue una bola.
En ese primer torneo estuve aprendiendo
al lado de Miguel Vidaor, que era el director del torneo, de Andy McFee, que
era el jefe de árbitros y otra eminencia en el mundo del golf, con Paul Carrigill…
Quiero decir con ello que iba viendo cómo actuaban todos ellos ante distintas
situaciones.
Después
llegaron otros torneos…
En los primeros seis eventos, estaba
planificado que estaría supervisado por un algún compañero o viendo lo que
hacían los compañeros. Después vendrían dos eventos en los que tendría a
compañeros observándome, dando rulings,
trabajando por mi cuenta, pero observado por alguien al lado del buggy. Y a partir del noveno evento, ya
sería por mi cuenta, si todo hubiera ido bien.
Pero ya en el tercer evento, vieron que
me desenvolvía bien y me dieron un buggy
para mí solo. La verdad es que el primer ruling
siempre se recuerda. Fue a Paul Waring, que me pidió un alivio por un agujero
hecho por un animal de madriguera. Realmente, lo que quería era librarse de la
situación en el rough que él tenía. Muchas veces, cuando no te
conocen, lo intentan… No lo consiguió, y me dijo: “Lo he probado”. Me pasó
exactamente lo mismo con Pablo Larrazábal al día siguiente.
-¿Cuáles
son las principales funciones que lleva a cabo un director de torneo?
-Normalmente, con siete u ocho meses de
antelación ya se sabe quién va a ser el director del torneo en cuestión. En
este caso, se me comunicó a finales de octubre para este torneo de mayo.
Entonces, yo ya sé el torneo cuál va a ser, la semana que toca, lo que en
ocasiones queda pendiente es saber en qué campo se va a jugar. En ese caso, ya
sabía que iba a ser en Izki. Está en la cordillera alavesa, y sufre mucho con
el frío, las nevadas, las heladas..., pero también en verano porque no hay
tanta agua y necesita mucho riego para mantener el rough. De todas maneras, siempre es mejor esta época, en mayo.
Entonces, esperamos a un mes de la competición para visitar el campo y afrontar
cualquier problema que se pudiera presentar, ya fueran hongos en los greenes, zonas húmedas y blandas, la
crecida del rough… Cabe tener en
cuenta que tres semanas antes del torneo, había nevado y había un palmo de
nieve en el campo.
Al ser el Challenge de España, también
la Federación Española (con la Green Section), elaboraban informes periódicos y,
junto a los greenkeepers del campo,
llevaron a cabo todas las operaciones necesarias para tenerlo en las mejores
condiciones posibles. Al final, lo consiguieron: rough espeso y alto, calles y greenes
duros. Por otra parte, todos los campos necesitan airear los greenes, para que el agua filtre con
facilidad y la raíz de la hierba sea reforzada, que no se quede una capa de
sedimento… Eso descomprime también el terreno y lo hace algo más blando. En ese
caso, por lo contado antes, se esperó a la finalización del torneo para
garantizar también la calidad de la superficie.
Todo ello en cuanto a cuidado del campo.
Luego, a partir de ahí, yo siempre pedí a la Federación y a los greenkeepers, tener el nivel del rough un poco más alto de lo habitual
para que se pudiera ser un poco más exigente, que prevaleciera el jugador que
pegara mejor las salidas, el que mejor pegara y controlara la bola. Con ello,
se evita que el torneo se convierta en una competición de putt.
A partir de ahí, como director de torneo
hay que gestionar muchas otras cosas, más logísticas que deportivas podríamos
decir. Tienes 156 jugadores, muchos de ellos vienen con sus propios caddies. Y tienes que velar para que
lleguen las bolas de práctica, para que llegue la pintura para marcar todo el
campo, un hotel oficial para todos ellos, forma de transporte, comida y
manutención, la cantidad de voluntarios que van a ayudar… Hay que tener en
cuenta todos estos aspectos.
-Ya
nos podrá anticipar cuando será su debut en el European Tour.
-Para eso, aún queda. Ahora mismo, estoy
contento por haber dirigido en el Challenge, y porque todo haya salido bien.
Pese al frío de los dos primeros días, no hubo riesgo de suspensión en ningún
momento, lo cual no hubiera sido bonito de vivir. Me resulta muy fácil trabajar
con mi equipo, como decía al principio.
-Parece
que se quiere luchar contra el juego lento.
-Nosotros tenemos una hoja de tiempos
establecidos para cada uno de los jugadores. Suele ir entre las cuatro horas y
cuarto y las cuatro horas, 45 minutos. Para mí, en muchas de las ocasiones, es
demasiado. El problema viene cuando uno
de los jugadores pierde una bola, ahí se demora todo en cadena. En donde
actuamos es para tener la mayor cantidad de jugadores y de juego, y para ello
hay que intentar que se juegue en el menor tiempo posible. En el momento en
alguien se retrasa, nosotros le informamos de ello y de que tiene que recuperar
su posición original, que no tiene que ver con si el grupo de detrás está esperando
o no. En todo caso, los días más rápidos suele ser el sábado y el domingo,
cuando se juega de dos bolas.
-2019,
nuevas reglas. Hará falta un reciclaje…
-Uno de mis jefes, Andy Mcfee, que estuvo en el comité
del “2020” o de modernización de las Reglas, nos comentó por dónde iban los
tiros. Tenemos la información, que hemos leído, pero ninguno de nosotros quiere
saberlas aún en profundidad, porque de lo contrario en un momento de tensión
correrías el riesgo de que se te mezclaran las reglas vigentes con las futuras.
Lo principal es que las reglas siempre han estado en un lenguaje de leyes, y
ahora lo que se intenta con la modernización es adaptarlo a un lenguaje más del
día a día, dar un valor numérico a ciertas situaciones concretas. Se va pasar
de 34 a 24 reglas.
-¿Existe
un protocolo para dirigirse a un jugador cuando éste pide un ruling?
-Nada especial, lo que si es verdad es
que el árbitro está siempre para echar una mano. El jugador te llama porque no
sabe cómo proceder, o porque quiere tener la certeza de que lo que está
haciendo es correcto… Nosotros tenemos que saber que en muchos casos el jugador
está con mucha tensión y con mucha adrenalina. Entonces, siempre intentas que
el jugador esté cómodo y que vea que le quieres ayudar de acuerdo con las
reglas.
-¿Qué
es lo mejor y lo peor de su trabajo?
-Para mí, lo mejor y lo peor al mismo
tiempo son los viajes. A mí, me encanta viajar y conocer mundo, compartir
semanas con gente apasionada del golf, participar en torneos del mayor nivel
mundial, poder trabajar con gente como John Paramor y Andy Mcfee… Todo esto es
fantástico. ¿La parte negativa? Que no es un trabajo de un horario concreto.
Hay que estar en el campo antes de que llegue el primero e irse siempre después
del último jugador. Con 156 jugadores, hay días en que llegas al campo a las
seis y no te vas hasta las nueve y media de la noche. Por tanto, son días
largos y a veces, después de mucho viaje, te apetece ya llegar a casa y ver a
la familia. Dicho esto, tras dos días de descanso en casa, el tercer día ya
estoy pensando a dónde me voy para el siguiente torneo. En definitiva, y por
eso me dedico a esto, los pros son más que los contras.
-¿Cómo
se ve dentro de diez años?
-Todavía no sé, aunque, claro, me
gustaría estar en la Ryder Cup, en algún Major. La idea es ir asumiendo nuevas
responsabilidades.
-¿Le
gusta más la vertiente de árbitro o la de director de torneo?
-Las dos son muy agradables. Esta
experiencia como director me ha gustado mucho: tienes un objetivo y tienes que
resolver los problemas que van surgiendo para poder alcanzarlo. Tienes que
tener la mente abierta y buscar las posibles soluciones, como si se tratara de
una ecuación. Como árbitro, también me gusta buscar toda la información ante un
ruling para poder llegar al resultado
que toca.
-¿Se
ve dando un ruling a Tiger Woods?
-Me encantaría, la verdad. Si te llama,
es por alguna situación concreta que se diera, que él no supiese resolver y en
la que yo le pueda asistir. Y sí, lo recordaría, pero cuando llegara la
situación, actuaría como si fuese con cualquier otra persona anónima. Los rulings con más trascendencia mediática que
he dado, por los jugadores, han sido a Rickie Fowler, Grace, Fleetwood,
Schwartzel, Kuchar, Rafa Cabrera-Bello, Thomas Bjorn, Rory, Sergio, Kaymer,
Poulter, Woosnam…